Soy Adrian Romero Rodríguez. Nací en Puebla. Mis primeros
padres fueron Mamá Gloria y Papá Lázaro. “Crecí como trébol de jardín,/ como
moneda de cinco centavos, como tortilla./ Crecí con la realidad desmentida en
los riñones,/ con cursilerías en el camarote del amor.” Crecí sin estar apegado
a una sola persona, pasando de compañía en compañía, buscando la compañía de
algunos primos, sin ningún problema si
me quedaba solo. Nunca tuve problemas con ello. Siempre me quedaba el recurso
de jugar solo o de ver la televisión.
Mi padre me regaló un libro en vez de un juguete. Me enseñó
y obligó a leer. Lo que en un principio fue una tortura llegó a convertirse en
un pasatiempo. Nunca dejé de ver la televisión ni películas. Mis profesores de
la prepa me orientaron mucho en la elección de la carrera. Como Bolaño, lo
importante no era realizar una profesión sino vivir como ellos.
No hace mucho aprendí que existen sólo dos clases de
personas: los horribles y los miserables. Mi condición de miserable es
indiscutible.
Lo que pasará de mi vida ya está relacionado exclusivamente
con el después de la carrera. Estoy terminando materia y ya estoy en el proceso
de la tesis. Me gustarían hacer dos cosas: la primera dar clases, la otra
seguir estudiando. Lo primero lo haría para tener un currimculum para el
posgrado. Pero una vez que acaba el posgrado me gustaría dar clases. Ser
profesor sería tratar de hacer lo que los maestros han hecho por mí.
En cuanto a lo laboral lo académico sería lo principal.
Trabajar en una escuela. Esto facilita mucho las cosas. Quiero seguir haciendo
lo que me gusta y que me paguen por ello. Haría mejor las cosas si me pagaran
bien por ello.
Como la mayoría de nuestra de generación me gustaría viajar.
Pero, sobre todo, me gustarían los cambios radicales. Las cosas que uno no
tiene planeado y que trastocan los planes y las existencia de las personas.
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